Si
pudiera echar la vista atrás, y tuviera la oportunidad de darme un consejo a mí
misma, hace más de cinco años que me hubiera dicho: Tranquila, que todo el
esfuerzo que haces hoy, será recompensado mañana.
Cuando
empecé a escribir, admito humildemente que no tenía ni puñetera idea de por
dónde empezar. Por suerte había algo en mi interior que me obligaba a seguir, a
informarme y a no decaer nunca. Mis metas eran inalcanzables, porque pensaba
que el hecho de escribir por sí solo ya era todo un mérito. Pero, ¿quién
valoraba mi trabajo? Nadie, porque nadie me conocía, nadie me daba una
palmadita en el hombro alagándome por ese relato que a vista de hoy era un
simple ejercicio de estilo. Pero yo insistí, trabajé a fondo analizando textos,
leyendo novelas del género que yo quería desarrollar, hasta que un día decidí
escribir mi primera novela para convencerme a mí misma que era capaz de
hacerlo. Y lo logré. Enseguida la mandé a un concurso, y para mi sorpresa, no
gané. Seguían las decepciones, pero aún así perseveré. Ha de haber un camino,
estaba convencida. Poco a poco fui puliendo un estilo, y bajando lentamente de
las nubes opté por ir marcándome metas más cercanas. Luego fueron llegando los
pequeños reconocimientos, relatos seleccionados para antologías, semifinalista
en algún que otro concurso. Muy bien, estaba atando cabos, y lo que es más, cada vez daba un pasito adelante. En
muchas ocasiones llegué a pensar que mi nombre jamás tendría valor, aunque lo
soñaba y eso me empujaba a seguir. Ávida por aprender busqué todo tipo de
información, se me encendía la lucecita cada vez oía hablar de literatura, y
aproveché todas las oportunidades que se me cruzaron por medio. Nunca me he
rendido, porque sé que este es mi camino. Todavía me sorprendo cuando alguien
se muestra interesado en mi trabajo sin que yo haya llamado a su puerta, o
cuando me dejáis comentarios positivos
en mi blog. Hay quien lo llama suerte, pero la suerte por sí sola no escribe ni
empuja a la gente a leerte. Por eso te digo, que si realmente quieres ser
escritor, no tires nunca la toalla. Al fin y al cabo lo llevamos en la sangre,
y no te vas a desprender tan fácilmente de ese quijote que llevas dentro. Yo te
digo lo mismo que me diría a mí misma hace unos años: No te rindas nunca, esto
solo es una prueba, y los valientes son los únicos que llegan a la meta.
¡Adelante! Y busca tu hueco, que te está esperando.